Contestación al Discurso de Ingreso del
Ilmo. Sr. D. Javier Artigas Pina por el
Excmo. Sr. D. Miguel Ángel Centenero Gallego

 

Excelentísimo Señor Director, Ilustrísimos Señores Académicos, Señoras y Señores, amigos:

Hace poco más de tres años cumplí, a instancia de nuestro Director, con el doloroso cometido de glosar la figura del Ilmo. Sr. D. Manuel Díaz Cano durante la sesión necrológica celebrada en su memoria por esta Real Academia en la Iglesia de San Bartolomé de Murcia. La encomienda que D. Francisco Marín me ha hecho para hoy compensa de algún modo aquel trance doloroso, pues la congoja de entonces se torna hoy satisfacción al contemplar que mi gran amigo D. Javier Artigas Pina, con el que comparto afanes en el Claustro del Conservatorio Superior de Música de Murcia, hereda con todo merecimiento la medalla del ilustre guitarrista y compositor desaparecido.

No se me escapa, querido Director, que tus dos encomiendas, la luctuosa de antaño y la ahora feliz, me colocan como eslabón de una cadena que brilla mucho más a mis dos lados; pero no veas en esta manifestación reproche alguno, sino todo lo contrario: la circunstancia en que me colocas me hace sentir, mutatis mutandi, en la función del Haydn que, según dejara escrito el Conde Waldstein en el álbum de Beethoven cuando éste emprendía su primer viaje a Viena, sería la mano que entregase el espíritu de Mozart al joven músico de Bonn. Y resultando que mi intervención en las ocasiones referidas sirve para dar entrada a un gran intérprete en el lugar que otro gran
intérprete dejara vacante, no puedo sino manifestar mi agradecimiento por tus encargos.

Pertenece D. Javier Artigas Pina a una de las últimas generaciones formadas a la antigua usanza en el arte de la música; una “vieja escuela”, la que él vivió, basada en el esfuerzo y la ambición por el trabajo bien hecho, que, a semejanza del Jourdain de Molière, que hablaba en prosa sin saberlo, ignoraba las disquisiciones actuales sobre objetivos y contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, pero conseguía que los estudiantes supieran lo que debía saberse, hiciesen bien lo que debía hacerse y manifestaran un encomiable respeto por la música, los maestros y los compañeros. Para los estándares de hoy, quizá fuese aquélla una escuela algo tosca y mal estructurada, pero no cabe duda de que, por inconveniente que resulte decir esto, enseñaba más, calaba más hondo y lucía el blasón de una loable eficacia en el logro de resultados, como bien demuestra la trayectoria artística, investigadora y docente del nuevo académico.

Sí, D. Javier Artigas es sin duda un músico con la solidez de una formación a la antigua. Se inició a edad temprana en esa gran escuela que siempre ha sido y sigue siendo el canto, con el que entrenó la agudeza del oído, la afinación certera, la calidad de la emisión vocal y, sobre todo, la versatilidad en la expresión y la capacidad para entender la música en sus propios términos.Su capacidad y su esfuerzo, sabiamente dirigidos por sus maestros de Zaragoza, Barcelona y Munich, le auparon pocos años después a esa posición de descarada solvencia que tantos, y tantas veces, envidiamos y que sólo pueden permitirse quienes, como él, dominan sin reservas el lenguaje y la técnica. Para el profesor Artigas Pina, acompañar a primera vista un Lied de Schubert o un aria de ópera, reducir al piano, sobre la marcha, una partitura orquestal o improvisar un tiento sobre un motivo inventado para la ocasión no son trabajosos ejercicios con los que uno debe lidiar, sino emanaciones de su propia forma de ser.

Pero no quisiera que mis palabras diesen pie a la confusión, porque el arte de D. Javier Artigas no es un mero alarde de habilidades, con ser esto mucho. Él sabe como nadie que interpretar es más que ejecutar y que una interpretación como Dios manda exige reflexión, estudiar concienzudamente el texto y el contexto, escudriñar la literalidad de la partitura tanto como el momento, los ánimos y las pretensiones del compositor. Es precisamente de esta convicción de donde arranca su interés por la investigación musicológica, que le ha llevado a producir ediciones ejemplares de la obra para tecla
de antiguos maestros y grabaciones que han logrado situarse como referentes del buen hacer musical, en las que nuestro recipiendario ha sabido imprimir a las obras interpretadas un sello distintivo que las revela nuevamente originales.

De ese buen hacer de D. Javier Artigas como intérprete sólido y con enjundia, de sus capacidades y sabiduría en el arte de la música, pueden dar cuenta no sólo los expertos y melómanos que le han aplaudido en conciertos por cuatro de los cinco continentes o los colegas con los que ha compartido jurado en prestigiosos premios internacionales, sino muy principalmente
quienes se han beneficiado de su magisterio.

La llegada del profesor Artigas a Murcia, en 1990, supuso de facto instaurar con vocación de permanencia los estudios de Órgano y Clave en el Conservatorio Superior de Música de nuestra capital –pero no sólo esto, como luego tendremos ocasión de ver–. En estos veinte años, Murcia se ha convertido en un semillero de profesionales que, crecidos musicalmente bajo su dirección, dan brillo al nombre de nuestra región por los rincones de España y de toda Europa y que representan la continuidad de una escuela de tecla que, naciendo aragonesa, se ha vuelto con el tiempo cada vez más murciana. Es de agradecer, además, que esa murcianía académica lo sea no por
circunstancia, sino por voluntad, pues estando vacantes desde hace demasiados años las cátedras de Órgano y de Clave de numerosos conservatorios españoles, y habiendo sido tentado más de una vez al traslado, él decidió siempre permanecer en nuestra tierra.

Así pues, estos son los poderes más evidentes, que no los únicos, del profesor Artigas Pina: sus conciertos, su investigación y sus alumnos. Y digo “no los únicos” porque cuenta con otros de los que habitualmente sólo se ve el ápice, como sus trabajos para el cine, su capacidad de organización y gestión, que puso de manifiesto durante su etapa como director de nuestro Conservatorio Superior y que sigue utilizando cada año en el prestigioso Festival Internacional de Música Antigua de Daroca, o –y es lo que más me interesa ahora– su labor en defensa de nuestro patrimonio histórico.

La cultura y el patrimonio musicales de la Región de Murcia tienen con el hoy recipiendario una impagable deuda de gratitud y, como requeridor y beneficiario que fui de sus consejos, permítanme la pequeña vanidad de considerarme fuente fidedigna de primera mano en lo que concierne a este particular y a los vastos conocimientos de nuestro nuevo académico sobre la compleja ingeniería de los órganos y sobre los mejores criterios para su restauración.

Hace apenas catorce años, los pocos ejemplares de órganos históricos que aún subsistían en la Región de Murcia se mantenían, como el arpa de Bécquer, olvidados, silenciosos y cubiertos de polvo en los altos rincones de nuestros templos. Acumulaban demasiadas décadas de abandono, hasta el punto de que algunos habían sido expoliados, otros se encontraban inservibles y los menos podían ser usados, sí, pero con unas prestaciones muy por debajo de las que en su origen eran capaces de dar.

En unos momentos que, sin alcanzar la gravedad de los actuales, se distinguían también por importantes restricciones en los presupuestos públicos, el profesor Artigas realizó con singular empeño una labor tan discreta como firme y eficaz en favor de la recuperación de estos viejos instrumentos, poniendo en ello la pasión de su amor por la música y por la historia y la convicción de quien tiene sobrados argumentos y,además, sabe usarlos. La generosa entrega de horas innumerables dedicadas al estudio, a la negociación, a la búsqueda de soluciones y a ejercer como intermediario con prestigiosos especialistas de toda Europa que, gracias a él y al igual que él, se implicaron en el proyecto sin cobrar un céntimo, hizo posible el plan de restauración de órganos históricos que la Administración cultural de nuestra Comunidad Autónoma elaboró en 1999 y comenzó a desarrollar ya iniciado el presente siglo.

Desde entonces, la labor realizada por el profesor Artigas Pina ha contribuido de manera decisiva no sólo a la recuperación material de esta parte singular de nuestro patrimonio histórico, sino también a su recuperación espiritual, que no consiste sino en hacer que los órganos suenen, pues para eso fueron construidos, y conseguir que sean apreciados y queridos por quienes durante tantos años los conocieron como objetos mudos. Y es así que el nuevo académico ha “tirado de agenda” una vez más y ha organizado, contando con primeras figuras del panorama nacional y europeo, los ciclos de órganos históricos que la Región de Murcia viene disfrutando desde hace varios años, con muy notable proyección más allá de los límites de nuestra Comunidad Autónoma.

La misma perseverancia mostrada ante la Administración pública sirvió como estímulo, pocos años después, para que el Obispado de Cartagena acometiese la restauración integral del gran órgano Merklin-Schütze de la Santa Iglesia Catedral de Murcia, a la que D. Javier Artigas contribuyó de forma decisiva no sólo con su dirección y supervisión, sino también descubriendo y haciendo público el presupuesto de Aquilino Amézua para la gran reforma de dicho instrumento que llevó a cabo en 1910.

No es de extrañar, por tanto, vistos los antecedentes, que el profesor Artigas haya dedicado su discurso de ingreso a ilustrarnos doctamente sobre las características, usos y circunstancias de los órganos que la Catedral perdiera en el incendio de 1854 y de sus antecesores renacentistas y barrocos.
De la mano de algunas de las mejores firmas de nuestra historia, contrastadas con las aportaciones más recientes y con su propia investigación en los documentos del archivo catedralicio, la disertación de D. Javier Artigas nos reconcilia con un pasado que teníamos casi olvidado, al tiempo que coloca un brillante punto y seguido a década y media de estudio de los órganos murcianos y aporta una nueva y bien fundada referencia para el conocimiento de nuestra música y de nuestra historia.

Bienvenido, pues, Ilmo. Sr. D. Javier Artigas Pina, querido amigo y colega, a esta Real Corporación que se crece y mejora al contarte entre sus miembros.

Muchas gracias, señoras y señores, por su generosa atención.