Discurso del Ilmo. Sr. D. Francisco Marín Hernández, Académico de Número Fundador

Excmo. Sr. Presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Señoras y Señores, Ilustrísimos compañeros Académicos de la de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca:

         Cuando todavía la obra de Manuel Moreno Buendía mantiene su realidad resonante, dibujando en la primera Salzillesca la ausencia de cobijo que condujo a la Sagrada Familia al  Portal de Belén, y una vez descrita la salvaguarda que en  la huída a Egipto les proporcionó la palmera a modo de arquitectura efímera, proveyendo una cubierta como definición del espacio y su segregación del entorno, y que no en vano los arquitectos adoptamos como Patrona a Nuestra Señora en tan difícil trance,  continuamos con la Buena Nueva que siempre es reflexionar acerca del Patrimonio Edificado en la Región de Murcia, aunque sea brevemente.

         Y vamos a hablar de Arquitectura como arte, indicando en primer lugar que la Arquitectura se diferencia de las demás artes plásticas en que no es la representación de algo, sino que es ella la cosa misma que está presente, constatando que en la obra de Arquitectura estamos con la totalidad de nuestro cuerpo y no como en las demás artes que se ordenan sobre un sentido dominante, evidenciando que la obra de Arquitectura nos afecta totalmente abarcándonos en nuestra estructura  ya que suspendido nuestro determinismo natural nos desata de él. Saturada la intención paraliza nuestra voluntad y ejerce una acción que se nos impone. Arquitectura como el momento de la discordancia con las leyes que rigen el universo, expresión de un carácter que ensaya trascender lo contingente sin dobleces.

         Es pertinente dejar afirmado, desde el inicio, que en todo cuanto sigue entenderemos el Patrimonio edificado como aquel que ha sido acreedor de su categoría de Arquitectura tanto en su condición de Monumento como en el de la trama que configura la actual presencia de nuestros cascos históricos, evitando las indicaciones toponímicas que no harían sino distraer los conceptos que, en aras de la reducida duración de esta intervención, pretenden abarcar de forma genérica sus predicados.

         La circunstancia de ser el primer acto de la Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de la Arrixaca nos obliga a la nítida declaración del entendimiento de la noble tradición del que la Academia debe ser depositaria, como elemento vivo y catalizador de actividad creadora.

         Tal y como afirmaba mi querido y añorado maestro D. JULIO CANO LASO, la tradición es el patrimonio de sabiduría y la expresión inequívoca del espíritu de un pueblo; un saber decantado a través de la Historia mediante el proceso selectivo a través de las generaciones que nos han precedido y cuya energía se decanta en el acto de la creación individual que a su vez la alimenta. En definitiva somos nosotros y la tradición. Dicho en palabras de Unamuno: “Darnos a la tradición para vivir en ella y así no morir del todo”, ó en expresión de Salinas: “El glorioso ciclo de la tradición se cumple, cuando la creación, la criatura que fue antes proyecto futuro, es ya hecho presente; y apenas lo ha sido, ingresa en el pasado, vuelve al seno de la tradición, de la que recibió impulso para vivir; la cual no la recibe como tierra sepulcral, sino como onda que lo lanza de nuevo hacia los que vengan, a vivir hacia delante.”

         Ese es el concepto dinámico de tradición que nos interesa y que con tanta claridad Eduardo Chillida enuncia al recordarnos que: “No se debe olvidar que el futuro y el pasado son contemporáneos.” Afirmando que “el artista utiliza códigos que se pueden rastrear y nos llevan hasta la Prehistoria.”

         El binomio cultura-tradición como dos caras de la misma moneda y una cultura profunda, nacida y  asentada por prolongada destilación de la tradición que, nuevamente en palabras de Salinas, “nos ponga” a cubierto del nomadismo espiritual y moral del hombre contemporáneo.”

         Nuestra sociedad ha vivido y se ha adaptado a tres hábitats diferentes: EL NATURAL, EL URBANO y el que se avecina aceleradamente: EL TELEMÁTICO. Se trata de tres formas de existencia que coexisten aunque la posterior acaba deglutiendo la anterior.

         En el entorno telemático las formas de vida están cambiando, las relaciones no serán de proximidad, sino a distancia; ni presenciales ni representacionales, no estaremos cobijados en un recinto sino en los nodos de la red. Sin embargo, bajo este paradójico futuro-presente hemos de configurar algunas posibles salidas para civilizar y humanizar “Telépolis”.

         Los cambios demográficos e higiénicos-sanitarios, las nuevas estrategias de consumo, las nuevas tecnologías y el crecimiento de los nuevos canales de comunicación y transporte, caracterizan el proceso de la presión transformadora sobre nuestras ciudades que cada día demandan un territorio más amplio, haciendo que sus límites se vuelvan progresivamente imprecisos y la condición urbana adquiera una ubicuidad hasta ahora desconocida.

         En esta tesitura, nuestras ciudades históricas se van adentrando en el proceso de disfuncionalidad social, urbanística y de servicios que reclama la actuación de los poderes públicos en la dotación de recursos que permitan su puesta en uso y por tanto su presencia en el mercado, introduciendo los necesarios mecanismos que garanticen la imprescindible aportación de los flujos económicos de todos sus ciudadanos, y que las cargas no sean solamente soportadas por los habitantes del casco histórico.

         No cabe ignorar la tendencia por la que incluso los procesos de sectorización y subdivisión están inmersos dentro de un amplio proceso de concentración.

         En esta situación no es posible que la Arquitectura pueda liderar el protagonismo de análisis, dirección y arbitraje del proceso, ya que las grandes decisiones se producen desde multiplicidad de valoraciones, estrategias  e intereses que son inherentes a la dinámica del proceso urbanizador acelerado, constatando el hecho urbano como proceso que depende de la confluencia de los factores políticos, sociales, económicos y medioambientales pero no determinado exclusivamente por ninguno de ellos.

         La situación de posible esquizofrenia entre una cultura arquitectónica del siglo XXI necesariamente renovadora y la situación que antes se ha expuesto debe mantenernos atentos para hacer posible la solución de consenso que la module y humanice.

         Nuestra Región no ha estado ausente en el debate que los  grandes temas  han polarizado tanto el discurso teórico como las intervenciones más significativas en el territorio definidas por H. Lefebre hacia 1.970 cuando anunció “La muerte de la ciudad y su sustitución por la condición de lo urbano” entendida dicha condición a partir de su última versión basada en la sociedad industrial y productivista del siglo XIX.

         La primera manifestación en nuestras ciudades se evidenció en la actividad renovadora de nuestros centros históricos, proceso que alcanzó desigual resultado en los distintos municipios, en función de las peculiaridades los procesos de planeamiento en los que estaban inmersos. Donde si hubo parecidos resultados fue en la acelerada expansión de sus periferias en las que se da ya la nueva condición de lo urbano, sin aparente necesidad del efecto ciudad tradicional.

         En ambas formas de ocupación apreciamos la oposición entre LLENO y VACIO en la estructura material y espacial de lo urbano; la dialéctica entre lo PÚBLICO y lo PRIVADO en cuanto al dominio y uso de los dos ámbitos anteriores; y la oposición entre PERMANENCIA y SUSTITUCIÓN como resultado de la conjunción de las fuerzas sociales y económicas que catalizan los procesos de transformación que trastocan los equilibrios históricos entre campo y ciudad, creando nuevos usos del espacio público, abierto o cerrado y una red cada vez más rica y compleja de servicios y equipamientos para articular las nuevas masas urbanas, todo ello bajo un paradigma de concentración y producción que desembocó en una creciente movilidad de personas y productos.

         Este último proceso alcanza su cenit a finales de este siglo, poniendo en crisis el modelo de esta estructura social y urbana iniciándose un acelerado proceso de difusión territorial de lo “pretendidamente” urbano, con la aparición de grandes espacios vacíos, abandonadas las actividades obsoletas que en ellos tenían ubicación. Destacan por su dimensión y por la enorme dificultad técnica y económica que conllevan su sustitución las instalaciones militares, los puertos, las áreas industriales a ellos asociados y las infraestructuras ferroviarias que los conectan con su hinterland económico y social y de cuyos procesos tenemos cumplidos ejemplos en nuestra Comunidad Autónoma que de cara al siglo XXI tiene planteado el reto de su incardinación en la estructura orgánica del territorio.

         Hemos de impedir que en nuestros cascos históricos se produzca la atrofia de los lugares públicos que aparece como rasgo distintivo de las ciudades en otros ámbitos territoriales, manteniendo su presencia y dotándolos de recursos que les permitan mantener la identidad peculiar que los caracteriza, haciendo los esfuerzos que sean precisos para el rescate de aquellos cuya degradación funcional y social  ha destruido, apoyándose en estas actuaciones para el establecimiento de la estructura de carácter policéntrico que caracteriza a la ciudad contemporánea.

         La fragmentación de nuestro territorio por el trazado de las grandes infraestructuras urbanísticas, permite que los vacíos que produce puedan ser englobadas en los sistemas de espacios libres, fragmentos de Naturaleza que deben adoptar un papel especialmente activo en la vertebración del territorio, definiendo un nuevo sistema de lugares públicos capaces de interpretar la complejidad de los actuales fenómenos urbanos, permitiendo que su realidad sea una entidad reconocible y comprensible para sus habitantes.
         Tal situación y su compleja interacción no es un atributo exclusivo de la ciudad contemporánea sino una característica esencial de todo hecho urbano. La ciudad surge donde hay diversidad de situaciones y pluralidad de contenidos con mezclas de requerimientos que hacen coexistir el palacio y la plaza, el templo y el mercado. Tal complejidad no tiene por qué ser sinónimo de complicación y menos aún de confusión. Dicho de otra manera: Lo complejo tiene que ser inteligible y  la mayor aportación de la Arquitectura contemporánea a la definición de  nuestras ciudades del siglo XXI debe ser conseguirlo.

         Llegados a este punto podemos preguntarnos acerca de la utilidad de las consideraciones que venimos haciendo sobre los procesos de análisis y prospectiva del desarrollo de nuestras ciudades y en qué conviene su discurso al tema que nos ocupa. Pues bien, ya sea atendiendo a la afirmación del profesor JOAQUIN ARNAU de la Ciudad como la Historia depositada en un lugar ó a la de ALDO ROSI concretando que “a través de la ARQUITECTURA, la Historia de las Ciudades se convierte en Geografía”, alcanzamos la concreción de la composición de nuestras ciudades a base de las piezas que constituyen sus edificios ordenados según la trama urbana y en relación con el vacío que define sus contornos.

         Pero la realidad de esas ciudades en las que vivimos evidencian que en las zonas degradadas los edificios no caen en ruina después de haber sido construidos sino que crecen hasta la ruina conforme son erigidos y por tanto requieren de actuaciones que pongan a punto sus condiciones para ser habitados.

         A partir de aquí surge el problema de tomar la decisión acerca de la actuación de SUSTITUCIÓN  ó RESTAURACIÓN que proceda y la carga política que dicha acción comporta en la POLIS.

         Recuerdo la claridad con la que el ilustre arquitecto Miguel Fisac explicaba la síntesis entre la tesis de conservar todo lo que existe en los Cascos Históricos y la antítesis de sustituirlos, en su discurso de contestación a las palabras que el Excmo. Sr. Presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España D. RAFAEL DE LA HOZ ARDERIUS le dirigió en ocasión del otorgamiento de la Medalla de oro de la Arquitectura, afirmando que “No es sensato hablar de moderno ó antiguo. Hay que hablar de bueno ó malo”, resumiendo a dos situaciones aquellas que PAUL VALERY acuñó para la posteridad cuando dijo que: “Hay edificaciones que “ESTÁN”, algunas que “HABLAN” y sólo pocas que “CANTAN.””

         Enfocar el problema desde su justa medida supone aceptar la evidencia de esa realidad plural de la ciudad compuesta entre lo culto y lo popular cuya interacción tan bien enunció Machado diciendo: “Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude; menos, claro está, lo que él sabe. Siempre que advirtáis un tono seguro en mis palabras, pensad que os estoy enseñando algo aprendido del pueblo.”

         Conviene reflexionar acerca de las actuaciones realizadas en nuestros Cascos Históricos que a pesar de sus entramados teóricos y recursos públicos aplicados no consiguen que esa sabiduría popular acepte sus resultados como entornos propicios para su asentamiento, relegando, a veces, importantes esfuerzos más allá de la frontera de la esterilidad.

         Es RUSKIN, aquel que extendió la restauración  monumental a los ambientes y conjuntos históricos, el que nos recuerda que “con independencia del gusto debe existir una Ley que permita distinguir la buena de la mala Arquitectura”, advirtiéndonos de las falsificaciones ineficaces, débiles y ficticias que en la última mitad del siglo XIX habían destruido más patrimonio arquitectónico que todos los desastres y guerras de todos los tiempos anteriores.
         Nuestro patrimonio edificado en la Región de Murcia está protegido por la Legislación que atiende a sus características y regula las actuaciones que en ellos son pertinentes estando un amplio abanico de ellas a disposición de las instituciones y entidades que tienen encomendada la responsabilidad de su cuidado.

         Especial resonancia alcanzaron las palabras de mi insigne maestro D. ALEJANDRO de la SOTA, cuando con ocasión de la concesión de la Medalla de Oro de la Arquitectura en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, afirmó en su discurso de contestación que “Dejando a parte el respeto a la vieja arquitectura importante, se da en nuestros días una permanente defensa de toda arquitectura vieja, sin saber siquiera si le vendría muy bien su sustitución o si efectivamente le había llegado su hora. El respeto a la ancianidad debe existir pero muy medido”, enunciado, que desde la solvencia humana, cultural y profesional de su autor, nos debe hacer reflexionar.

         Se corre el riesgo de que las posiciones sociales, políticas y económicas que se funden en esa entidad que les sobrepasa, la ciudad, se radicalicen en compartimentos estancos que imbuidos por el más pertinaz de los pensamientos fanáticos, impidan la purificación de ideas inherentes a todo pensamiento dialéctico y ese alcanzar la correcta actuación en cada caso mediante el siempre estimulante diálogo entre tesis y antítesis ó si mejor se quiere en ese “SED CONTRA” de Santo Tomás que no es sino Sed pero en contra.

         Entre las posiciones de MANTENER todas las piezas de la ciudad y la de RENOVARLAS deben existir decisiones intermedias que en cada caso y en cierta medida prevengan a la estructura urbana de las consecuencias que BACON predicó de los inmovilistas cuando afirmaba: “Que se prepare para grandes males aquel que no esté dispuesto a avanzar con la Historia porque el tiempo es el mayor reformador” , teniendo  presente eso sí, que nunca la arbitrariedad puede ser el criterio de la toma de decisiones.

         La característica peculiar en los procesos de formación de las ciudades, Arquitectura de Arquitecturas, y la certeza de que ninguna de sus piezas resulta inocua, exigen la necesaria síntesis entre las posiciones culturales y sociales y las disposiciones que representa el hecho edificatorio ya en su condición de edificación de nueva planta como en su actuación en Rehabilitación de las piezas existentes, teniendo especial relevancia la adecuada formulación de las condiciones legales que permitan el correcto trato de su soporte, el suelo, hipótesis esencial y previa a la formulación de la solución del problema existente.

         En este sentido me permito relatarles la experiencia personal que en el año 1.989 tuve en Israel con ocasión de la constitución del grupo de trabajo “Arquitectura y Energía” en el seno de la Unión Internacional de Arquitectos, en la que tuve el honor de representar a nuestra organización nacional.

         Entre los actos programados para la adecuada información acerca de las actuaciones que se habían llevado a cabo para la obtención de ahorros en consumos de energía, mediante la utilización de lo que llamamos arquitectura de bajo costo energético, se encontraba una visita a HAIFA.

         Estando en los asuntos que allí nos habían convocado no pude sustraer mi atención del reclamo de un recinto vallado que protegía una excavación de base cuadrada de no más de 40 metros de lado y que disponía de una información que explicaba los distintos estratos, sedimentos de distintas civilizaciones, cuyos restos podían apreciarse cuando uno se aproximaba a las vallas de protección.

         Ante la evidencia de que la ciudad se implantaba sobre los restos no excavados situados a continuación de los que se mostraban, le pregunté a nuestra anfitriona MRS. ELIONAR BARZA, Jefa de la Oficina de Planeamiento de la City de Jerusalem, quien con razonado aplomo me explicó que la ciudad necesitaba crecer y que no tenían ni SITIO, ni TIEMPO, ni DINERO para hacer cosa distinta a la que estaban haciendo, dando cumplido contraste al ESPACIO, TIEMPO y ARQUITECTURA de S. GIEDION y obligada actualización a la afirmación que incluyó en su prólogo: “La historia no es una compilación de hechos sino una visión interior de un proceso que va transcurriendo.”

         Nuestra historia, por otra parte es antigua. En lo que entendemos como cultura occidental del hecho urbano se remonta a los tiempos en que Marco Vitruvio formuló las tres condiciones esenciales de toda obra arquitectónica: FIRMITAS, UTILITAS y VENUSTAS.

         Firmeza ó solidez, utilidad ó comodidad y hermosura ó armonía, criterios adecuados hoy para distinguir a la buena de la mala arquitectura, matizada por las diferentes teorías arquitectónicas que a lo largo de la historia han ido ajustando sus predicados a las situaciones coetáneas que configuraban su entorno social y que como más representativas, o al menos así lo son desde mi punto de vista rescatamos el criterio de WRIGHT explicando la Arquitectura orgánica en los siguientes términos: “La primera gran necesidad integral de la Arquitectura Moderna es ese agudo sentido del orden como algo integral.” Para GROPIUS cuando habla de Racionalización: “Sólo la armonía perfecta tanto en sus funciones técnicas cuanto en sus proporciones, puede dar como resultado la belleza”. Por fin LE CORBUSIER refiriéndose a lo que denominaba el trazado regulador decía: “Para construir bien, para repartir bien los esfuerzos, para lograr la solidez y la utilidad de la obra, las medidas condicionan todo”, aludiendo a un esfuerzo en el que siempre quise ver que incluía  algo más que los estados tensionales producidos en las estructuras de nuestras edificaciones sometidas a su normal uso.

         Los procesos que condicionan la creación de nuestras ciudades y las piezas que las componen van definiendo sus estrategias acomodando las modulaciones que la situación social y las decisiones políticas, establecen en esa permanente dialéctica entre las componentes Racional y Estética que su concreción exige, lo que nos puede dar paso, en elevación de los predicados de la “CIVITAS MÍNIMA” que es la casa, a aquellos de su hermana mayor LA CIVITAS, recordando el diálogo entre SÓCRATES y FEDRO que PAUL VALERY nos regala en su EUPALINOS ó EL ARQUITECTO y con cuya evocación concluyo.

“FEDRO.-  Un día, querido Sócrates, del mismo tema hablé con mi amigo Eupalinos.
                 Fedro, me dijo, cuanto más medito sobre mi arte, más le ejerzo; cuanto más pienso y obro más sufro y más me alegro como arquitecto; y más sentido de mí mismo cobro, con claridad y goce cada día más ciertos.
                       En mis largas esperas me extravío; de nuevo doy conmigo por las sorpresas que me causo; y mediante esos grados sucesivos de mi silencio, voy avanzando en la edificación de mí mismo; y me acerco a una correspondencia tan exacta entre mis anhelos y mis facultades, que me parece haber convertido la existencia que me fue otorgada en una especie de obra humana.
                 A fuerza de construir, díjome sonriente, creo que acabé construyéndome a mí mismo.

                 A lo que SÓCRATES contestó:
                 CONSTRUIRSE, CONOCERSE A SÍ MISMO, ¿SERÁN DOS ACTOS Ó NO?


 

Historia de la Academia
Historia de Santa María de la Arrixaca
Discurso del Excmo. Sr. D. Antonio Salas Ortiz, Académico de Número Fundador y Primer Director
Discurso del Excmo. Sr. D. Jaime Campmany y Diez de Revenga, Académico de Honor Fundador
Discurso del Ilmo. Sr. D. Francisco Marín Hernández, Académico de Número Fundador
Discurso del Excmo. Sr. D. Ramón Luis Valcárcel Siso, Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia

 

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